martes, 27 de mayo de 2025

Cámaras que no ven, balas que sí matan

Cámaras que no ven, balas que sí matan



Crimen político, sicariato táctico y la traición desde el Estado

Francisco Javier Rivero Sánchez

Criminólogo | Abogado | Experto en Investigación Criminal

Creador de Un Asesino Entre Nosotros



Resumen



Este artículo analiza el asesinato de Ximena Guzmán y José Muñoz, colaboradores cercanos a la jefa de gobierno de la Ciudad de México, en un atentado ejecutado con precisión táctica en plena vía pública. A través de un enfoque multidisciplinario que incluye criminología, criminalística, victimología, neurociencia forense y análisis institucional, se expone cómo el crimen revela no solo la presencia del crimen organizado, sino una preocupante grieta en el aparato de vigilancia estatal. El modus operandi, la limpieza forense y la hipótesis de complicidad interna plantean una nueva forma de violencia política: silenciosa, quirúrgica y legitimada por omisión. Se concluye que el ataque no fue un fallo del sistema… sino un crimen incrustado en su estructura.




Abstract (English)



This paper analyzes the assassination of Ximena Guzmán and José Muñoz, political aides to the Mexico City government, carried out with military precision in a public setting. Through a multidisciplinary approach—criminology, forensic science, victimology, forensic neuroscience, and institutional analysis—this study reveals not only the hand of organized crime but a deep systemic failure in state surveillance mechanisms. The tactical execution, forensic cleanliness, and signs of internal complicity point to a new paradigm of political violence: silent, surgical, and legitimized through omission. We argue that this was not a system failure—but a crime embedded within the system.



Tesis


El asesinato de Ximena Guzmán y José Muñoz no puede explicarse únicamente como una operación del crimen organizado, sino como una forma de violencia estatal encubierta, ejecutada con precisión militar y facilitada por fallas institucionales, omisiones deliberadas y una red de complicidades invisibles dentro del aparato de seguridad pública.



Palabras clave



Crimen político | Sicariato táctico | Crimen organizado | Traición institucional | Videovigilancia | CJNG | Psicología criminal | Criminología forense | Modelo HEXACO | Ciudad de México




Introducción y contexto político-social del caso



La mañana del 20 de mayo de 2025, en la calzada de Tlalpan, en la Ciudad de México, Ximena Guzmán, secretaria del equipo de Clara Brugada, y José Muñoz, asesor político, fueron ejecutados a plena luz del día por un sicario entrenado que actuó con precisión quirúrgica. Doce disparos. Cero errores. Cero huellas. Cero testigos útiles. El crimen fue tan perfecto… que solo pudo haber sido cometido por alguien que conocía de antemano los vacíos del sistema.


Este doble homicidio, lejos de ser un caso aislado, se inscribe en una creciente ola de violencia política y narcoestructural en el país, donde las ejecuciones ya no responden a ajustes de cuentas callejeros, sino a una lógica estratégica más compleja: el crimen como mensaje, como método de presión, y como medio para desestabilizar o disciplinar al poder político.


En un sexenio marcado por la militarización de la seguridad pública, la consolidación territorial del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), y una preocupante descomposición institucional, el caso Ximena y José se convierte en una radiografía brutal de lo que sucede cuando el crimen organizado ya no necesita ocultarse… porque habita cómodamente dentro del aparato del Estado.


Las cámaras no vieron.

Los patrullajes no llegaron.

Las rutas de escape estaban limpias.

El asesino sabía cómo moverse.

Y lo más grave: alguien más sabía que lo haría… y no lo detuvo.


Este artículo propone una lectura forense, criminológica y estructural del caso, incorporando herramientas de análisis del comportamiento, perfilación táctica, victimología simbólica, y una crítica directa a las grietas del sistema de inteligencia urbana, donde la “vigilancia total” convive con la complicidad silenciosa.


Porque a veces el crimen no es cometido contra el Estado…

sino desde el Estado.



Análisis criminológico del modus operandi y perfil del sicario táctico



La ejecución de Ximena Guzmán y José Muñoz no solo fue impecable en términos técnicos; fue quirúrgica en su diseño, estratégica en su ejecución y simbólica en su mensaje. El modus operandi revela una operación de alto nivel, estructurada en tres fases claras: vigilancia previa, ataque dirigido y extracción limpia. Este tipo de intervención no responde al patrón común del sicariato urbano tradicional, sino a un perfil más sofisticado: el sicario táctico de perfil institucional o paramilitar.



1. Modus operandi: fases del crimen



  1. Fase de fijación: El asesino se posicionó con antelación en el cruce entre Tlalpan y Napoleón. No improvisó. Esperó. Identificó su objetivo visualmente, sin margen de error.
  2. Fase de neutralización: Doce disparos en menos de diez segundos. Cuatro dirigidos a José, ocho a Ximena. Todos con impacto vital. Sin disparos erráticos. Sin rebotes.
  3. Fase de extracción: Escapó en motocicleta, cambió a una camioneta robada y cruzó al Estado de México por rutas sin videovigilancia. La planificación indicaba conocimiento exacto de los puntos ciegos del C5. La fuga fue diseñada como una ruta de disolución logística, no de huida desesperada.




2. Perfil psicológico aplicado – Modelo HEXACO



El modelo HEXACO, ampliamente utilizado en psicología forense y criminología moderna, permite construir un perfil aproximado del ejecutor:

DimensiónPerfil del sicario
Honradez-Humildad (H)Baja: no presenta remordimiento ni empatía, opera bajo lógica instrumental.
Emocionalidad (E)Muy baja: regulación emocional extrema, tolerancia al estrés y la violencia.
Extraversión (X)Media-Alta: capacidad de operar en público sin levantar sospechas.
Amabilidad (A)Muy baja: comportamiento frío, ausencia de conflicto moral.
Meticulosidad (C)Muy alta: conducta ordenada, planeación metódica, precisión operativa.
Apertura a la experiencia (O)Alta: uso de tecnología, adaptación al entorno, creatividad táctica.


Este patrón no corresponde a un criminal común, sino a un operador entrenado en intervención táctica, posiblemente con antecedentes en fuerzas especiales, cuerpos paramilitares o estructuras criminales con instrucción institucional.



3. Indicadores de entrenamiento especializado



  1. Uso de arma nueva sin registro balístico.
  2. Cero huellas dactilares o genéticas.
  3. Ruta de escape diseñada para evadir arcos de vigilancia.
  4. Neutralización múltiple sin error.
  5. Prendas desechadas con limpieza forense.



Estos elementos se alinean con protocolos militares de infiltración y extracción, lo que refuerza la hipótesis de que el sicario no actuó solo, y que probablemente fue seleccionado o instruido por un grupo con capacidad logística compleja.


En términos criminológicos, estamos ante una figura que representa una nueva clase de asesino urbano: el ejecutor funcional, que no mata por odio… sino por misión.




Criminalística forense de la escena y evidencia técnica



La escena del crimen en Calzada de Tlalpan fue, desde una perspectiva criminalística, una anomalía operativa. No por lo que se encontró… sino por lo que no se encontró. En términos técnicos, se trató de una escena “negativa”: limpia, estéril, calculada para frustrar cualquier intento de reconstrucción judicial.



1. Tipo de arma y patrón balístico



Se utilizó un arma corta, calibre 9 mm, sin registro balístico previo.

El arma fue nueva, sin uso anterior, sin adaptaciones caseras ni modificaciones. Esto impide que los casquillos recogidos puedan compararse con otros casos a través del sistema IBIS (Integrated Ballistics Identification System).


Los disparos fueron realizados con un patrón de dosificación balística controlada:


  1. Disparos concentrados en zonas vitales.
  2. Distribución asimétrica pero precisa entre las víctimas.
  3. Ningún tiro fallado. Ningún disparo de advertencia.



La distribución de los impactos revela adiestramiento en tiro reactivo y dominio del “double tap” (dos disparos por blanco en menos de dos segundos).



2. Evidencia física y hallazgos negativos



A pesar de los esfuerzos periciales, los hallazgos materiales fueron escasos y cuidadosamente administrados por el agresor:


  1. Casquillos sin huellas: manipulación con guantes de látex.
  2. Vehículos abandonados sin ADN: la motocicleta fue recuperada, así como una camioneta de relevo; ambas sin rastros dactilares o biológicos útiles.
  3. Prendas abandonadas: una chamarra blanca y un casco fueron localizados, pero sin presencia de piel, cabello o fluido.
  4. Cero fibras cruzadas, lo que indica que el atacante se despojó del vestuario en una segunda ubicación previamente definida.



La firma forense del asesino fue, irónicamente, la ausencia absoluta de cualquier traza personal:

“El asesino borró su paso… antes de dar el primer disparo.”



3. Fallas en la cadena de custodia y escena secundaria



Se registraron inconsistencias en la vigilancia de la escena posterior al crimen:


  1. Demora en el acordonamiento total del perímetro.
  2. Filtración de video privado, presuntamente captado por una cámara no gubernamental.
  3. Retrasos en el levantamiento técnico de evidencias por parte de los primeros respondientes.



Estos hechos no solo ponen en duda la eficacia de los protocolos forenses, sino que abren la hipótesis de interferencia institucional o filtraciones internas, que permitieron al agresor diseñar su huida con anticipación.



4. La “huella criminal” de la precisión



En criminalística, se habla de “huella positiva” cuando el agresor deja algo suyo, y de “huella negativa” cuando borra todo rastro.

Pero existe una tercera huella: la del profesionalismo operativo.

En este caso, la firma del crimen fue la exactitud, la limpieza, el control.


No hubo error… porque el crimen no se permitió el lujo de cometerlo.




Criminología institucional y fallas del sistema de videovigilancia



La Ciudad de México presume uno de los sistemas de videovigilancia más amplios de América Latina: más de 64,000 cámaras del C5, con reconocimiento facial, geolocalización y análisis predictivo de patrones delictivos. Sin embargo, el asesinato de Ximena Guzmán y José Muñoz fue ejecutado en uno de los ejes viales más transitados, sin que ninguna de esas cámaras pudiera identificar con claridad al responsable. Esa no es una coincidencia. Es una grieta estructural.



1. El Estado ciego: omisión o complicidad



El caso revela una paradoja peligrosa:

A mayor tecnología… mayor la expectativa de control.

Pero cuando esa tecnología falla o es desactivada, el vacío no es neutral…

es aprovechado por el crimen.


  1. Las cámaras del lugar no captaron el rostro del agresor.
  2. No hubo alertas inmediatas a patrullas cercanas.
  3. No se activó un protocolo de cierre perimetral efectivo.
  4. El video que permitió reconstruir parcialmente el ataque provino de una fuente privada y fue filtrado, no liberado oficialmente.



Esto abre una doble hipótesis criminológica:


  1. Falla del sistema técnico-operativo.
  2. Intervención humana desde adentro para facilitar la ejecución.



Ambas hipótesis son graves. Pero la segunda plantea una forma de crimen institucionalizado:

Cuando quien debe vigilar… abre los ojos solo para ver morir.



2. Rutas de escape sin vigilancia: patrones de intervención inteligente



El análisis de la ruta de fuga indica que:


  1. El agresor evitó deliberadamente zonas con arcos lectores de placas.
  2. Las calles utilizadas como vía de extracción ya habían sido mapeadas previamente como puntos ciegos o zonas con cámaras descompuestas.



Este patrón sugiere que el asesino tenía acceso previo a información de vigilancia urbana, lo cual solo puede explicarse mediante:


  1. Filtración por parte de personal con acceso a bases del C5,
  2. colaboración con operadores institucionales,
  3. o intervención cibernética externa con asistencia técnica local.




3. El rol del Estado como facilitador indirecto



Desde la criminología estructural, es posible afirmar que:


Un crimen cometido frente a cámaras que no graban,
un operativo sin respuesta,
y una huida por calles sin patrullas…
no es simplemente un crimen.
Es un discurso del Estado que calla donde debe gritar.


Lo verdaderamente peligroso no fue el silencio del asesino,

sino el silencio del sistema.





Vinculación con el CJNG y el operador “Sombra Negra”: Terrorismo simbólico y autoría silenciosa



En el crimen organizado moderno, la ejecución deja de ser un fin y se convierte en un lenguaje. Los cárteles ya no matan sólo para eliminar enemigos, sino para enviar mensajes. Y algunos de esos mensajes, como este, son más peligrosos por lo que no dicen abiertamente.


El asesinato de Ximena Guzmán y José Muñoz no fue reivindicado.

No hubo narcomanta.

No hubo firma.

Pero todos los elementos apuntan a un actor con rostro conocido:

el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG).


Y entre sus filas, un nombre emerge desde las sombras:

“Sombra Negra.”




1. La lógica del crimen como advertencia estratégica



La ejecución se dio cinco días después de la captura de “Israel N.”, presunto líder regional del CJNG en la zona centro del país.

Ximena y José no eran figuras de alto perfil nacional, pero su cercanía con Clara Brugada —candidata de continuidad en la capital— los convertía en objetivos simbólicos: herir al entorno para desestabilizar al núcleo.


Esto no fue un ataque frontal.

Fue un mensaje cifrado.

Un recordatorio de que el cártel puede tocar lo que el Estado cree tener bajo control.


“Ustedes nos detienen… nosotros les recordamos que sabemos dónde viven sus aliados.”




2. ¿Quién es “Sombra Negra”?



No existe ficha pública, ni orden de aprehensión, ni confirmación oficial.

Pero en los círculos de inteligencia y filtraciones del crimen organizado, el nombre “Sombra Negra” aparece asociado a operaciones:


  1. De ejecución táctica de alto nivel.
  2. Sin huellas, sin ADN, sin error.
  3. Con conocimiento de estructuras institucionales.



Se trataría de un operador híbrido:

—Exmilitar,

—entrenado en protocolos de asalto,

—con acceso a información sensible,

—capaz de infiltrarse en zonas de control institucional.


No es un jefe de plaza.

No es un halcón.

Es un activo estratégico que no cobra por matar… sino por desaparecer.




3. Terrorismo simbólico sin firma



Este tipo de crimen se inscribe en una categoría especial:

el terrorismo simbólico funcional.


No se busca infundir miedo masivo.

Se busca instalar duda institucional.

Que el gobierno sospeche de sus propias estructuras.

Que los funcionarios se sientan desprotegidos.

Que el mensaje sea:

“Podemos hacerlo. Cuando queramos. Y nadie sabrá quién fue.”


Y ese mensaje no lo lanza un grupo de jóvenes armados…

Lo lanza una organización con inteligencia, logística y respaldo estructural.




4. Cuando el narco no pide territorio, sino respeto



El CJNG ha evolucionado.

Ya no disputa esquinas.

Disputa legitimidad.


Y este crimen no fue territorial.

Fue político, institucional, psicológico.

Una ejecución quirúrgica frente a un Estado adormecido…

para demostrar que no hace falta una guerra para ganar.


Solo hace falta una bala certera,

y un silencio lo suficientemente largo.



Génesis del monstruo: Infancia, trauma y el origen del control homicida



En toda ejecución perfecta se esconde una historia imperfecta.

El gatillo no lo dispara solo el dedo…

lo dispara la historia que formó ese dedo.


Y si el asesino de Ximena y José fue realmente “Sombra Negra”,

si su perfil responde al sicario táctico sin error…

entonces estamos frente a una criatura que no nació en la maldad,

sino que fue diseñada para operar en ella.




1. Construcción de la conducta homicida: la infancia sin refugio



Desde la psicología del desarrollo y la antropología del abandono, se sabe que:


  1. La exposición temprana a la violencia sistemática,
  2. la desestructuración familiar,
  3. la ausencia de figuras de apego estables,
  4. y la normalización de la muerte como mecanismo de supervivencia…



generan un tipo de sujeto que no ve personas en sus víctimas,

sino objetivos.


El ejecutor no se vuelve frío por genética.

Se vuelve frío porque ya no puede permitirse sentir.


“La empatía, para el asesino profesional, es un lujo…
que ya no se puede pagar.”




2. Desensibilización progresiva y entrenamiento institucional



Muchos de los sicarios de élite actuales no comenzaron en el narco.

Comenzaron como soldados, escoltas, policías federales o miembros de grupos de seguridad privada con entrenamiento extranjero.


Estos ambientes tienen algo en común:


  1. Rutinas de obediencia ciega.
  2. Supresión del trauma mediante disciplina.
  3. Entrenamiento en disparo reflexivo sin evaluación moral.
  4. Y sobre todo: desvinculación emocional del acto letal.



Cuando el sujeto con este historial cae en el crimen organizado,

no lo hace desde el odio.

Lo hace desde la eficiencia adquirida.


Es un producto de dos sistemas que fallaron:

el familiar… y el estatal.




3. Neurocriminología del control homicida



Desde la neurociencia, los individuos que operan como sicarios tácticos muestran patrones en común:


  1. Disminución de la actividad en la amígdala, lo que reduce la respuesta emocional al dolor ajeno.
  2. Elevada conectividad en regiones del control ejecutivo prefrontal, lo que permite planear con frialdad y ejecutividad lógica.
  3. Déficit en áreas empáticas y vinculares, muchas veces como resultado de trauma temprano.



Esto no significa que nacieron así.

Significa que el entorno neuropsicológico los formó para funcionar sin sentir.




4. ¿Quién entrena al monstruo?



Este tipo de ejecutor es fabricado.

No improvisa.

No grita.

No escapa.


Porque aprendió a borrar emociones

mucho antes de aprender a borrar huellas.


Y cuando el Estado permite que niños crezcan en entornos donde matar es una forma de comunicarse…

eventualmente,

ese mismo Estado será la víctima silenciosa de su propia criatura.



Conclusión y preguntas abiertas



El asesinato de Ximena Guzmán y José Muñoz no es un hecho aislado.

Es un espejo roto que refleja una verdad incómoda:

la violencia ya no proviene solo de la periferia del crimen…

sino de los bordes deshilachados del propio Estado.


Este crimen fue:


  1. Planeado con inteligencia militar.
  2. Ejecutado con precisión táctica.
  3. Facilitado por omisiones institucionales.
  4. Silenciado por un sistema que elige cuándo ver y cuándo no.



Cámaras que no ven, balas que sí matan.

Un título que no es metáfora,

sino diagnóstico.


El sicario fue solo el disparo.

El arma real…

fue la estructura que lo permitió.




Preguntas abiertas para la criminología crítica



  1. ¿Cuántos operadores como “Sombra Negra” están activos hoy, sin ser perseguidos?
  2. ¿Cuáles son los límites entre crimen organizado y estructuras del Estado en contextos de violencia política?
  3. ¿Se puede hablar aún de fallas… cuando el patrón ya es sistémico?
  4. ¿Hasta qué punto los sistemas de vigilancia sirven al ciudadano… y hasta qué punto lo traicionan?
  5. ¿Cuánto más puede soportar una sociedad que sabe que los asesinos caminan por rutas vigiladas… sin ser detenidos?






Firma del autor



Francisco Javier Rivero Sánchez

Criminólogo | Abogado | Experto en Investigación Criminal

Creador de Un Asesino Entre Nosotros




Este documento es un archivo criminal narrado en tiempo real.





Bibliografía



  1. Centro de Comando, Control, Cómputo, Comunicaciones y Contacto Ciudadano de la CDMX (C5). (2023). Informe de funcionamiento de cámaras de vigilancia urbana. Gobierno de la Ciudad de México.
  2. Diario El Universal. (2025, mayo 21). Asesinato de Ximena y José en Tlalpan: ¿crimen político o ajuste del narco?
  3. González, R., & Torres, L. (2022). El sicariato táctico en México: perfiles, entrenamiento y vínculos con fuerzas especiales. Revista Mexicana de Criminología, 17(2), 143–168.
  4. Moreno, J. (2021). Neurocriminología aplicada al análisis del ejecutor silencioso. Universidad Nacional Autónoma de México.
  5. Secretaría de Seguridad Ciudadana de la CDMX. (2024). Reporte anual de vigilancia y cobertura urbana.
  6. Torres, P. (2023). Crimen organizado como aparato de comunicación simbólica. Instituto de Estudios Criminológicos.
  7. Velázquez, A. (2020). Trauma infantil, desensibilización emocional y perfil homicida. Fondo de Cultura Criminológica.




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miércoles, 21 de mayo de 2025

Justicia de ficción, verdad envenenada

Justicia de ficción, verdad envenenada


Por qué los métodos de Salander y Blomkvist fracasarían en la vida real





Resumen ejecutivo



Este artículo analiza el fenómeno de la justicia narrativa a través de los personajes Lisbeth Salander y Mikael Blomkvist, protagonistas de la saga Millennium, y confronta sus métodos con las exigencias del Derecho Penal, la criminalística, la psicología judicial y la cadena de custodia probatoria. Se plantea una crítica al poder de la ficción para moldear erróneamente la expectativa social de justicia, especialmente en víctimas que, al denunciar un crimen real, esperan resultados inmediatos, intuitivos y espectaculares como los que ven en libros, películas o series.


Se expone cómo estas representaciones idealizadas provocan frustración ciudadana, desprecio por el procedimiento penal, e incluso obstaculización del trabajo pericial. El artículo profundiza doctrinas clave como la prueba ilícita y los frutos del árbol envenenado, para demostrar que, aunque narrativamente atractivos, los métodos de investigación de Salander y Blomkvist serían legalmente nulos, éticamente cuestionables y judicialmente desechables.




Tesis central



Los métodos investigativos de Salander y Blomkvist representan un modelo de justicia emocional, simbólica y literaria que no solo es inviable en un juicio real, sino que corrompe la percepción pública de cómo se construyen los hechos jurídicamente válidos. En el mundo real, los crímenes no se resuelven en una hora ni con genialidad individual: se resuelven con indicios trazables, peritajes regulados, legalidad estricta y respeto al debido proceso.



Storytelling forense


“Licenciado, yo vi en la serie cómo revisaron las cámaras de la calle, hackearon el celular del asesino y encontraron la confesión.”

Me lo decía una víctima con la esperanza rota.

Yo era agente del Ministerio Público, y esa mujer —como muchas otras— no entendía por qué no podíamos hacer lo que hacía Lisbeth Salander desde su departamento en Estocolmo.

En la ficción, la verdad se revela mágicamente.
En la realidad, se construye con dolor, con tiempo, y sobre todo… con legalidad.

Pero ¿cómo explicarle que el “hacker justiciero” en el juicio es un delincuente digital?
¿Cómo decirle que una prueba obtenida sin orden judicial… es veneno para todo el caso?

Ese día entendí que no solo enfrentamos criminales.
También luchamos contra los mitos que la ficción ha sembrado… sobre lo que la justicia “debería ser”.




Marco teórico interdisciplinario


Ficción, Derecho y percepción distorsionada de la justicia



  1. La ficción como distorsionador del estándar probatorio


  1. La narrativa criminal moderna genera una percepción falsa:

  2. Que la verdad siempre se revela.
  3. Que la genialidad individual puede reemplazar al sistema.
  4. Que la moral del investigador justifica cualquier medio.


  1. Series como Millennium, CSI, Sherlock, Criminal Minds y otras, construyen lo que se conoce como el “efecto CSI”: expectativas irreales del público, jueces, jurados y víctimas.


  1. Doctrina penal: “Frutos del árbol envenenado”


  1. Cualquier prueba obtenida mediante un acto ilegal (ej. allanamiento sin orden, hackeo, espionaje digital, etc.) contamina todo lo que derive de ella.
  2. Fundamento en el Art. 16 Constitucional, Art. 97 CNPP (México), y jurisprudencia de la SCJN.
  3. Ejemplo: si Salander hackea un correo y encuentra una foto incriminatoria, esa foto está viciada de origen. En juicio: inadmisible.
  4. Caso real paradigmático: Estados Unidos vs. Wong Sun, donde se acuña formalmente la metáfora legal.


  1. Criminalística y validez pericial


  1. En la vida real, ningún archivo, grabación, mensaje o imagen sirve si no se obtuvo:

  2. Con orden judicial o acto de investigación válido.
  3. A través de perito autorizado.
  4. Con acta de aseguramiento, cadena de custodia y peritaje digital.


  1. Nada de lo que Salander obtiene tendría “peso legal”, y Blomkvist, sin colaboración con la Fiscalía, tampoco podría introducir documentos sin respaldo.


  1. Psicología judicial y frustración social


  1. Las víctimas creen que el proceso penal es torpe porque no imita a la ficción.
  2. Pero la justicia real no busca eficacia narrativa, sino protección de derechos fundamentales.
  3. La frustración nace de la comparación irreal: el mito del investigador que todo lo resuelve, sin límites, sin pruebas, sin ley.






PARTE 2

Autopsia jurídica y forense de los métodos de Salander y Blomkvist



¿Justicia poética o colapso procesal?





A. LISBETH SALANDER:



La venganza digital como método de investigación



Perfil forense y criminológico



  1. Actúa como hacker vigilante, sin autorización ni figura legal.
  2. Su motivación es reparar traumas personales y castigar abusadores, no servir a un proceso judicial.
  3. Tiene habilidades extraordinarias, pero carece de legitimidad institucional.




Principales delitos cometidos



  1. Acceso ilícito a sistemas informáticos (CPDF Art. 211 bis 1 a 211 bis 7, en México).
  2. Espionaje, violación de comunicaciones privadas (Art. 177 CPF).
  3. Sabotaje digital.
  4. Sustracción de datos personales sensibles.
  5. Usurpación de funciones públicas (cuando se involucra en investigaciones activas).




Errores forenses claves


  1. Ninguna evidencia que obtiene cuenta con:

  2. Acta de aseguramiento.
  3. Fijación técnica (bitácora, hash, respaldo).
  4. Cadena de custodia certificada.
  5. Dictamen pericial por un tercero acreditado.



En juicio oral acusatorio:



  1. TODA su evidencia sería excluida por la doctrina de los frutos del árbol envenenado.
  2. Podría ser imputada penalmente por los delitos anteriores.
  3. Si trabajara con la Fiscalía sin nombramiento oficial, se violaría el principio de intervención legal mínima y legalidad estricta.


Comentario antropológico


  1. Lisbeth es símbolo del trauma que no encontró reparación institucional.
  2. Es la justicia emocional transformada en guerra digital.
  3. Peligro narrativo: muchos jóvenes emulan su lógica sin comprender que ella opera fuera del marco de derechos humanos.




B. MIKAEL BLOMKVIST:



El periodista forense entre la ley y la narrativa.



Perfil penal y de investigación



  1. Periodista de investigación.
  2. Se apoya en entrevistas, archivos, fuentes anónimas y filtraciones.
  3. No hackea ni actúa con violencia directa, pero divulga pruebas sin verificar su licitud.




Zonas grises legales


  1. Uso de información confidencial sin validación de origen.
  2. Divulgación de datos sensibles o judicializados en medios.
  3. Colaboración paralela con autoridades sin registro oficial.




Puntos fuertes


  1. Puede utilizar filtraciones si no las obtiene él directamente (criterio establecido por SCJN y Corte Interamericana).
  2. Su método es más cercano al periodista científico forense que colabora, no suplanta.




Puntos débiles


  1. Si introduce en juicio información sin respaldo, el Juez de Control la excluye por:

  2. Falta de autenticidad.
  3. Inexistencia de control pericial.
  4. Riesgo de violación de derechos procesales del imputado.




Comparación con la vida real



  1. En México, un periodista no puede sustituir al MP o a la Policía Investigadora.
  2. Si presenta una “investigación periodística” sin pruebas válidas, puede ser desmentido fácilmente por un buen defensor penal.





COMPARATIVA FINAL (PERFIL + VIABILIDAD)


ElementoLisbeth SalanderMikael Blomkvist
Legitimidad institucionalNulaParcial (protección a libertad de prensa)
Obtención de evidenciaIlegal (hacking, acceso indebido)Legal si recibe filtraciones sin participar
Valor pericial de pruebasNulo (sin cadena, sin fijación)Bajo a medio (depende de colaboración)
Riesgo jurídico realAlto (sería imputada en la vida real)Bajo si actúa dentro de su rol de periodista
Arquetipo narrativoJusticiera del traumaNarrador crítico del sistema
Peligro narrativoJustifica delitos por trauma personalIdealiza la eficacia de la prensa como justicia




Conclusión parcial de Parte 2


Ambos personajes son fascinantes, complejos y emocionalmente potentes.

Pero en el mundo real:


  1. Salander sería perseguida penalmente por casi todos los medios que utiliza.
  2. Blomkvist, si no colabora con rigor, sería irrelevante judicialmente.



La verdad no se construye con intuición, sino con legalidad, rigor técnico y control judicial.

Lo que emociona en la ficción… se derrumba en el juicio oral.




PARTE 3


La justicia que no existe: cómo la ficción moldea una expectativa falsa del proceso penal



Efecto CSI, frustración judicial y alfabetización jurídica desde la criminología narrativa




1. El “Efecto Salander”: ficción como blueprint emocional de justicia



En la ficción, Lisbeth Salander accede a todos los archivos, descubre la verdad, hackea al villano, lo expone y lo neutraliza.

En la realidad, una víctima que exige justicia con ese modelo en mente, termina decepcionada, enojada o peor: desinformada.


Lo llamamos “Efecto Salander”:


  1. Expectativa de resolución inmediata.
  2. Idea de que los sistemas son innecesarios si hay una mente brillante.
  3. Creencia en la justicia poética más que en la prueba lícita.
  4. Desconfianza en instituciones que no actúan como en los libros.




2. El “Efecto Blomkvist”: el periodista como fiscal sustituto



El periodista de investigación se convierte, en muchas series, en el verdadero “portador de la verdad”.

Mikael Blomkvist simboliza al profesional íntegro que expone la corrupción con un artículo bien escrito.


Pero ese modelo genera el riesgo narrativo de que el público piense que:


  1. La denuncia mediática sustituye al proceso penal.
  2. La credibilidad emocional vale más que la prueba forense.
  3. Si los jueces no condenan como el periodista sugiere, entonces son cómplices del poder.



En la vida real, eso se convierte en desprestigio institucional, hostigamiento judicial y una profunda crisis de confianza en el debido proceso.




3. Efectos en víctimas reales: frustración y retraumatización



Como investigador del MP, lo viviste, Francisco:

Las víctimas llegan pidiendo que se actúe “como en la serie” o “como Lisbeth”.

Y cuando descubren que:


  1. no se puede revisar un celular sin orden,
  2. no se resuelve en una hora,
  3. no se “confronta al malo” de inmediato…
  4. empieza la frustración.



La víctima, que ya fue vulnerada, ahora se siente doblemente decepcionada:


  1. Por el crimen.
  2. Y por una justicia que no cumple las promesas… que nunca hizo, pero que la televisión sí.



Esto genera retraumatización, victimización secundaria y en ocasiones, abandono del proceso penal.




4. Efectos en operadores del sistema penal: presión, desprestigio y desgaste emocional



Fiscales, peritos, policías y jueces son evaluados por estándares narrativos, no legales.


El “público digital” exige:


  1. Casos cerrados en tiempo récord.
  2. Pruebas visuales, confesiones y desenlaces perfectos.
  3. “Justicia rápida” incluso cuando el caso apenas inicia.



Esto genera:


  1. Desgaste emocional por imposibilidad de cumplir la expectativa.
  2. Desconfianza social (“¿por qué no actúan como en la serie?”).
  3. Y peor aún: corrupción por presión (sacrificar legalidad por aceptación pública).





5. ¿Por qué es grave esta distorsión?



Porque la gente:


  1. Cree que lo ilegal es necesario si funciona.
  2. Tolera la violación de derechos si el culpable “lo merece”.
  3. Desconfía del proceso porque “no se parece a Netflix”.



Esto debilita el Estado de Derecho, el debido proceso y la legitimidad judicial.

Fomenta el populismo punitivo, la justicia por mano propia y la revictimización.




6. Propuesta de alfabetización jurídica desde la criminología narrativa



Debemos enseñar al ciudadano común a diferenciar la justicia real de la ficción, sin apagar su interés por el crimen, pero transformándolo en pensamiento crítico.


¿Cómo hacerlo?


  1. Artículos como este, que expliquen con claridad y sin tecnicismos.
  2. Podcasts que narren el proceso penal real paso a paso.
  3. Materiales visuales: “Esto no pasaría en un juicio”.
  4. Participación en medios donde se desmonten mitos narrativos.



La narrativa no debe desaparecer.

Debe evolucionar: de entretenimiento irresponsable a alfabetización criminal crítica.




Cierre reflexivo de Parte 3



La justicia que vemos en la ficción es rápida, emocional y certera.
La justicia que existe… es lenta, rigurosa y garantista.


El problema no es que sean distintas.

El problema es que la gente cree que deberían ser iguales.


Y cuando no lo son…

no culpan a la ficción.


Culpan al sistema.



PARTE 4


Propuesta final: cómo corregir la ficción y fortalecer la justicia real



Del entretenimiento narrativo a la educación penal ciudadana





1. ¿Qué podemos aprender de Lisbeth y Blomkvist… sin caer en su trampa narrativa?



No se trata de cancelar la ficción, ni de descalificar a quienes disfrutan las novelas de Stieg Larsson o series como Mindhunter, Sherlock o Criminal Minds.


Se trata de reconocer que:


  1. La ficción crea modelos de justicia emocionalmente potentes.
  2. Pero si los asumimos como reales, sabotean nuestra relación con la justicia auténtica.



Sí podemos aprender de estos personajes:


  1. Que la verdad requiere determinación.
  2. Que la corrupción debe ser denunciada.
  3. Que la víctima merece voz.



Pero debemos enseñar también:


  1. Que el proceso penal tiene tiempos, reglas y límites constitucionales.
  2. Que no hay “prueba mágica”, sino indicios documentados, trazables y peritados.
  3. Que el respeto al debido proceso protege tanto al inocente… como a la sociedad en su conjunto.





2. Propuestas de intervención educativa, institucional y narrativa


A) En medios de comunicación y ficción



  1. Incluir asesores legales, periciales y criminológicos en la creación de guiones y novelas.
  2. Mostrar errores procesales como elementos dramáticos, no como victorias.
  3. Fomentar personajes que colaboren con la justicia legal, no que la suplanten.
  4. Exhibir las consecuencias de obtener pruebas ilícitas: impunidad, nulidad, revictimización.




B) En el sistema de justicia penal



  1. Campañas públicas de alfabetización penal realista:

  2. ¿Qué es una prueba válida?
  3. ¿Por qué se cae un caso aunque “sepamos” quién fue?
  4. ¿Qué no puede hacer un policía, un perito, un MP?

  5. Capacitación a operadores del sistema en manejo de expectativas ciudadanas:

  6. Cómo explicar a la víctima por qué no se actúa como en la televisión.
  7. Cómo comunicar el valor del proceso legal, incluso si parece lento.




C) En educación, redes sociales y plataformas digitales



  1. Crear contenidos didácticos tipo:

  2. “Esto NO pasaría en un juicio real”.
  3. “¿Y si Lisbeth Salander viviera en México?”.
  4. “Frutos del árbol envenenado explicado en 2 minutos”.

  5. Convertir los casos de ficción en puentes hacia el pensamiento crítico legal, usando tu podcast como herramienta de reconstrucción narrativa y jurídica.





3. Cierre reflexivo: entre la máscara del héroe y el espejo de la justicia



Salander es el reflejo de la rabia social contra el abuso impune.
Blomkvist es la voz de la conciencia pública.
Ambos son necesarios…
Pero solo en el papel.


En la vida real, las pruebas no se descubren con intuición,

los delitos no se resuelven con hackeos,

y la justicia no se improvisa desde un teclado.


Si queremos que la gente crea en la justicia,

no basta con mejorar los juzgados.

Hay que reescribir el relato colectivo sobre cómo se obtiene la verdad.



Palabras clave


Lisbeth Salander, Mikael Blomkvist, justicia narrativa, prueba ilícita, frutos del árbol envenenado, ficción jurídica, cadena de custodia, frustración judicial, criminología narrativa, Derecho Penal comparado, alfabetización penal.



Francisco Javier Rivero Sánchez

Criminólogo, abogado penalista y creador del podcast UN ASESINO ENTRE NOSOTROS

Especialista en psicología criminal, criminalística forense y análisis del comportamiento violento.


Referencias bibliográficas:



  1. Aguilar, M. J. (2018). Prueba ilícita y frutos del árbol envenenado. Revista Mexicana de Derecho, 6(12), 45–67.
  2. Carbonell, M. (2015). Teoría de la prueba en el proceso penal acusatorio. UNAM – Instituto de Investigaciones Jurídicas.
  3. Ferrajoli, L. (2001). Derecho y razón: Teoría del garantismo penal. Trotta.
  4. Fix-Fierro, H. (2013). El sistema judicial mexicano. Fondo de Cultura Económica.
  5. Jiménez de Asúa, L. (1970). La prueba en el proceso penal. Editorial Revista de Derecho Penal y Criminología.
  6. Maqueda Abreu, M. L. (2002). Los límites constitucionales a la obtención de pruebas en el proceso penal. Revista de Derecho Procesal, 13(1), 215–230.
  7. Paredes, R. (2020). La obtención ilegal de pruebas en el sistema penal acusatorio mexicano. Revista Derecho Penal Contemporáneo, 42(9), 101–118.
  8. Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN). (2020). Jurisprudencia sobre prueba ilícita y su exclusión automática. Gaceta del Semanario Judicial de la Federación, Libro 77, Tomo VI.
  9. Zepeda Lecuona, G. (2019). Garantismo procesal penal y la exclusión de pruebas ilícitas en México. Universidad de Guadalajara – Facultad de Derecho.
  10. Stieg Larsson. (2005). Los hombres que no amaban a las mujeres. Ediciones Destino.





Notas bibliográficas destacadas (citas clave y respaldo legal):



  1. La doctrina de los frutos del árbol envenenado impide que cualquier prueba obtenida de forma ilegal sea utilizada, incluso si conduce a una verdad objetiva (SCJN, 2020; Maqueda Abreu, 2002).
  2. En México, la cadena de custodia es esencial para la validez de cualquier indicio o evidencia. Un archivo digital hackeado —aunque sea verídico— carece de valor jurídico sin trazabilidad (Paredes, 2020; Zepeda Lecuona, 2019).
  3. La actuación de Lisbeth Salander, como “investigadora paralela”, viola múltiples principios procesales: derecho de defensa, privacidad, obtención lícita de pruebas y debido proceso (Ferrajoli, 2001; Carbonell, 2015).
  4. El periodismo de Blomkvist podría generar consecuencias legales por uso de evidencia contaminada o sin procedencia legal acreditada (Aguilar, 2018; Fix-Fierro, 2013).




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