martes, 27 de mayo de 2025

Cámaras que no ven, balas que sí matan

Cámaras que no ven, balas que sí matan



Crimen político, sicariato táctico y la traición desde el Estado

Francisco Javier Rivero Sánchez

Criminólogo | Abogado | Experto en Investigación Criminal

Creador de Un Asesino Entre Nosotros



Resumen



Este artículo analiza el asesinato de Ximena Guzmán y José Muñoz, colaboradores cercanos a la jefa de gobierno de la Ciudad de México, en un atentado ejecutado con precisión táctica en plena vía pública. A través de un enfoque multidisciplinario que incluye criminología, criminalística, victimología, neurociencia forense y análisis institucional, se expone cómo el crimen revela no solo la presencia del crimen organizado, sino una preocupante grieta en el aparato de vigilancia estatal. El modus operandi, la limpieza forense y la hipótesis de complicidad interna plantean una nueva forma de violencia política: silenciosa, quirúrgica y legitimada por omisión. Se concluye que el ataque no fue un fallo del sistema… sino un crimen incrustado en su estructura.




Abstract (English)



This paper analyzes the assassination of Ximena Guzmán and José Muñoz, political aides to the Mexico City government, carried out with military precision in a public setting. Through a multidisciplinary approach—criminology, forensic science, victimology, forensic neuroscience, and institutional analysis—this study reveals not only the hand of organized crime but a deep systemic failure in state surveillance mechanisms. The tactical execution, forensic cleanliness, and signs of internal complicity point to a new paradigm of political violence: silent, surgical, and legitimized through omission. We argue that this was not a system failure—but a crime embedded within the system.



Tesis


El asesinato de Ximena Guzmán y José Muñoz no puede explicarse únicamente como una operación del crimen organizado, sino como una forma de violencia estatal encubierta, ejecutada con precisión militar y facilitada por fallas institucionales, omisiones deliberadas y una red de complicidades invisibles dentro del aparato de seguridad pública.



Palabras clave



Crimen político | Sicariato táctico | Crimen organizado | Traición institucional | Videovigilancia | CJNG | Psicología criminal | Criminología forense | Modelo HEXACO | Ciudad de México




Introducción y contexto político-social del caso



La mañana del 20 de mayo de 2025, en la calzada de Tlalpan, en la Ciudad de México, Ximena Guzmán, secretaria del equipo de Clara Brugada, y José Muñoz, asesor político, fueron ejecutados a plena luz del día por un sicario entrenado que actuó con precisión quirúrgica. Doce disparos. Cero errores. Cero huellas. Cero testigos útiles. El crimen fue tan perfecto… que solo pudo haber sido cometido por alguien que conocía de antemano los vacíos del sistema.


Este doble homicidio, lejos de ser un caso aislado, se inscribe en una creciente ola de violencia política y narcoestructural en el país, donde las ejecuciones ya no responden a ajustes de cuentas callejeros, sino a una lógica estratégica más compleja: el crimen como mensaje, como método de presión, y como medio para desestabilizar o disciplinar al poder político.


En un sexenio marcado por la militarización de la seguridad pública, la consolidación territorial del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), y una preocupante descomposición institucional, el caso Ximena y José se convierte en una radiografía brutal de lo que sucede cuando el crimen organizado ya no necesita ocultarse… porque habita cómodamente dentro del aparato del Estado.


Las cámaras no vieron.

Los patrullajes no llegaron.

Las rutas de escape estaban limpias.

El asesino sabía cómo moverse.

Y lo más grave: alguien más sabía que lo haría… y no lo detuvo.


Este artículo propone una lectura forense, criminológica y estructural del caso, incorporando herramientas de análisis del comportamiento, perfilación táctica, victimología simbólica, y una crítica directa a las grietas del sistema de inteligencia urbana, donde la “vigilancia total” convive con la complicidad silenciosa.


Porque a veces el crimen no es cometido contra el Estado…

sino desde el Estado.



Análisis criminológico del modus operandi y perfil del sicario táctico



La ejecución de Ximena Guzmán y José Muñoz no solo fue impecable en términos técnicos; fue quirúrgica en su diseño, estratégica en su ejecución y simbólica en su mensaje. El modus operandi revela una operación de alto nivel, estructurada en tres fases claras: vigilancia previa, ataque dirigido y extracción limpia. Este tipo de intervención no responde al patrón común del sicariato urbano tradicional, sino a un perfil más sofisticado: el sicario táctico de perfil institucional o paramilitar.



1. Modus operandi: fases del crimen



  1. Fase de fijación: El asesino se posicionó con antelación en el cruce entre Tlalpan y Napoleón. No improvisó. Esperó. Identificó su objetivo visualmente, sin margen de error.
  2. Fase de neutralización: Doce disparos en menos de diez segundos. Cuatro dirigidos a José, ocho a Ximena. Todos con impacto vital. Sin disparos erráticos. Sin rebotes.
  3. Fase de extracción: Escapó en motocicleta, cambió a una camioneta robada y cruzó al Estado de México por rutas sin videovigilancia. La planificación indicaba conocimiento exacto de los puntos ciegos del C5. La fuga fue diseñada como una ruta de disolución logística, no de huida desesperada.




2. Perfil psicológico aplicado – Modelo HEXACO



El modelo HEXACO, ampliamente utilizado en psicología forense y criminología moderna, permite construir un perfil aproximado del ejecutor:

DimensiónPerfil del sicario
Honradez-Humildad (H)Baja: no presenta remordimiento ni empatía, opera bajo lógica instrumental.
Emocionalidad (E)Muy baja: regulación emocional extrema, tolerancia al estrés y la violencia.
Extraversión (X)Media-Alta: capacidad de operar en público sin levantar sospechas.
Amabilidad (A)Muy baja: comportamiento frío, ausencia de conflicto moral.
Meticulosidad (C)Muy alta: conducta ordenada, planeación metódica, precisión operativa.
Apertura a la experiencia (O)Alta: uso de tecnología, adaptación al entorno, creatividad táctica.


Este patrón no corresponde a un criminal común, sino a un operador entrenado en intervención táctica, posiblemente con antecedentes en fuerzas especiales, cuerpos paramilitares o estructuras criminales con instrucción institucional.



3. Indicadores de entrenamiento especializado



  1. Uso de arma nueva sin registro balístico.
  2. Cero huellas dactilares o genéticas.
  3. Ruta de escape diseñada para evadir arcos de vigilancia.
  4. Neutralización múltiple sin error.
  5. Prendas desechadas con limpieza forense.



Estos elementos se alinean con protocolos militares de infiltración y extracción, lo que refuerza la hipótesis de que el sicario no actuó solo, y que probablemente fue seleccionado o instruido por un grupo con capacidad logística compleja.


En términos criminológicos, estamos ante una figura que representa una nueva clase de asesino urbano: el ejecutor funcional, que no mata por odio… sino por misión.




Criminalística forense de la escena y evidencia técnica



La escena del crimen en Calzada de Tlalpan fue, desde una perspectiva criminalística, una anomalía operativa. No por lo que se encontró… sino por lo que no se encontró. En términos técnicos, se trató de una escena “negativa”: limpia, estéril, calculada para frustrar cualquier intento de reconstrucción judicial.



1. Tipo de arma y patrón balístico



Se utilizó un arma corta, calibre 9 mm, sin registro balístico previo.

El arma fue nueva, sin uso anterior, sin adaptaciones caseras ni modificaciones. Esto impide que los casquillos recogidos puedan compararse con otros casos a través del sistema IBIS (Integrated Ballistics Identification System).


Los disparos fueron realizados con un patrón de dosificación balística controlada:


  1. Disparos concentrados en zonas vitales.
  2. Distribución asimétrica pero precisa entre las víctimas.
  3. Ningún tiro fallado. Ningún disparo de advertencia.



La distribución de los impactos revela adiestramiento en tiro reactivo y dominio del “double tap” (dos disparos por blanco en menos de dos segundos).



2. Evidencia física y hallazgos negativos



A pesar de los esfuerzos periciales, los hallazgos materiales fueron escasos y cuidadosamente administrados por el agresor:


  1. Casquillos sin huellas: manipulación con guantes de látex.
  2. Vehículos abandonados sin ADN: la motocicleta fue recuperada, así como una camioneta de relevo; ambas sin rastros dactilares o biológicos útiles.
  3. Prendas abandonadas: una chamarra blanca y un casco fueron localizados, pero sin presencia de piel, cabello o fluido.
  4. Cero fibras cruzadas, lo que indica que el atacante se despojó del vestuario en una segunda ubicación previamente definida.



La firma forense del asesino fue, irónicamente, la ausencia absoluta de cualquier traza personal:

“El asesino borró su paso… antes de dar el primer disparo.”



3. Fallas en la cadena de custodia y escena secundaria



Se registraron inconsistencias en la vigilancia de la escena posterior al crimen:


  1. Demora en el acordonamiento total del perímetro.
  2. Filtración de video privado, presuntamente captado por una cámara no gubernamental.
  3. Retrasos en el levantamiento técnico de evidencias por parte de los primeros respondientes.



Estos hechos no solo ponen en duda la eficacia de los protocolos forenses, sino que abren la hipótesis de interferencia institucional o filtraciones internas, que permitieron al agresor diseñar su huida con anticipación.



4. La “huella criminal” de la precisión



En criminalística, se habla de “huella positiva” cuando el agresor deja algo suyo, y de “huella negativa” cuando borra todo rastro.

Pero existe una tercera huella: la del profesionalismo operativo.

En este caso, la firma del crimen fue la exactitud, la limpieza, el control.


No hubo error… porque el crimen no se permitió el lujo de cometerlo.




Criminología institucional y fallas del sistema de videovigilancia



La Ciudad de México presume uno de los sistemas de videovigilancia más amplios de América Latina: más de 64,000 cámaras del C5, con reconocimiento facial, geolocalización y análisis predictivo de patrones delictivos. Sin embargo, el asesinato de Ximena Guzmán y José Muñoz fue ejecutado en uno de los ejes viales más transitados, sin que ninguna de esas cámaras pudiera identificar con claridad al responsable. Esa no es una coincidencia. Es una grieta estructural.



1. El Estado ciego: omisión o complicidad



El caso revela una paradoja peligrosa:

A mayor tecnología… mayor la expectativa de control.

Pero cuando esa tecnología falla o es desactivada, el vacío no es neutral…

es aprovechado por el crimen.


  1. Las cámaras del lugar no captaron el rostro del agresor.
  2. No hubo alertas inmediatas a patrullas cercanas.
  3. No se activó un protocolo de cierre perimetral efectivo.
  4. El video que permitió reconstruir parcialmente el ataque provino de una fuente privada y fue filtrado, no liberado oficialmente.



Esto abre una doble hipótesis criminológica:


  1. Falla del sistema técnico-operativo.
  2. Intervención humana desde adentro para facilitar la ejecución.



Ambas hipótesis son graves. Pero la segunda plantea una forma de crimen institucionalizado:

Cuando quien debe vigilar… abre los ojos solo para ver morir.



2. Rutas de escape sin vigilancia: patrones de intervención inteligente



El análisis de la ruta de fuga indica que:


  1. El agresor evitó deliberadamente zonas con arcos lectores de placas.
  2. Las calles utilizadas como vía de extracción ya habían sido mapeadas previamente como puntos ciegos o zonas con cámaras descompuestas.



Este patrón sugiere que el asesino tenía acceso previo a información de vigilancia urbana, lo cual solo puede explicarse mediante:


  1. Filtración por parte de personal con acceso a bases del C5,
  2. colaboración con operadores institucionales,
  3. o intervención cibernética externa con asistencia técnica local.




3. El rol del Estado como facilitador indirecto



Desde la criminología estructural, es posible afirmar que:


Un crimen cometido frente a cámaras que no graban,
un operativo sin respuesta,
y una huida por calles sin patrullas…
no es simplemente un crimen.
Es un discurso del Estado que calla donde debe gritar.


Lo verdaderamente peligroso no fue el silencio del asesino,

sino el silencio del sistema.





Vinculación con el CJNG y el operador “Sombra Negra”: Terrorismo simbólico y autoría silenciosa



En el crimen organizado moderno, la ejecución deja de ser un fin y se convierte en un lenguaje. Los cárteles ya no matan sólo para eliminar enemigos, sino para enviar mensajes. Y algunos de esos mensajes, como este, son más peligrosos por lo que no dicen abiertamente.


El asesinato de Ximena Guzmán y José Muñoz no fue reivindicado.

No hubo narcomanta.

No hubo firma.

Pero todos los elementos apuntan a un actor con rostro conocido:

el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG).


Y entre sus filas, un nombre emerge desde las sombras:

“Sombra Negra.”




1. La lógica del crimen como advertencia estratégica



La ejecución se dio cinco días después de la captura de “Israel N.”, presunto líder regional del CJNG en la zona centro del país.

Ximena y José no eran figuras de alto perfil nacional, pero su cercanía con Clara Brugada —candidata de continuidad en la capital— los convertía en objetivos simbólicos: herir al entorno para desestabilizar al núcleo.


Esto no fue un ataque frontal.

Fue un mensaje cifrado.

Un recordatorio de que el cártel puede tocar lo que el Estado cree tener bajo control.


“Ustedes nos detienen… nosotros les recordamos que sabemos dónde viven sus aliados.”




2. ¿Quién es “Sombra Negra”?



No existe ficha pública, ni orden de aprehensión, ni confirmación oficial.

Pero en los círculos de inteligencia y filtraciones del crimen organizado, el nombre “Sombra Negra” aparece asociado a operaciones:


  1. De ejecución táctica de alto nivel.
  2. Sin huellas, sin ADN, sin error.
  3. Con conocimiento de estructuras institucionales.



Se trataría de un operador híbrido:

—Exmilitar,

—entrenado en protocolos de asalto,

—con acceso a información sensible,

—capaz de infiltrarse en zonas de control institucional.


No es un jefe de plaza.

No es un halcón.

Es un activo estratégico que no cobra por matar… sino por desaparecer.




3. Terrorismo simbólico sin firma



Este tipo de crimen se inscribe en una categoría especial:

el terrorismo simbólico funcional.


No se busca infundir miedo masivo.

Se busca instalar duda institucional.

Que el gobierno sospeche de sus propias estructuras.

Que los funcionarios se sientan desprotegidos.

Que el mensaje sea:

“Podemos hacerlo. Cuando queramos. Y nadie sabrá quién fue.”


Y ese mensaje no lo lanza un grupo de jóvenes armados…

Lo lanza una organización con inteligencia, logística y respaldo estructural.




4. Cuando el narco no pide territorio, sino respeto



El CJNG ha evolucionado.

Ya no disputa esquinas.

Disputa legitimidad.


Y este crimen no fue territorial.

Fue político, institucional, psicológico.

Una ejecución quirúrgica frente a un Estado adormecido…

para demostrar que no hace falta una guerra para ganar.


Solo hace falta una bala certera,

y un silencio lo suficientemente largo.



Génesis del monstruo: Infancia, trauma y el origen del control homicida



En toda ejecución perfecta se esconde una historia imperfecta.

El gatillo no lo dispara solo el dedo…

lo dispara la historia que formó ese dedo.


Y si el asesino de Ximena y José fue realmente “Sombra Negra”,

si su perfil responde al sicario táctico sin error…

entonces estamos frente a una criatura que no nació en la maldad,

sino que fue diseñada para operar en ella.




1. Construcción de la conducta homicida: la infancia sin refugio



Desde la psicología del desarrollo y la antropología del abandono, se sabe que:


  1. La exposición temprana a la violencia sistemática,
  2. la desestructuración familiar,
  3. la ausencia de figuras de apego estables,
  4. y la normalización de la muerte como mecanismo de supervivencia…



generan un tipo de sujeto que no ve personas en sus víctimas,

sino objetivos.


El ejecutor no se vuelve frío por genética.

Se vuelve frío porque ya no puede permitirse sentir.


“La empatía, para el asesino profesional, es un lujo…
que ya no se puede pagar.”




2. Desensibilización progresiva y entrenamiento institucional



Muchos de los sicarios de élite actuales no comenzaron en el narco.

Comenzaron como soldados, escoltas, policías federales o miembros de grupos de seguridad privada con entrenamiento extranjero.


Estos ambientes tienen algo en común:


  1. Rutinas de obediencia ciega.
  2. Supresión del trauma mediante disciplina.
  3. Entrenamiento en disparo reflexivo sin evaluación moral.
  4. Y sobre todo: desvinculación emocional del acto letal.



Cuando el sujeto con este historial cae en el crimen organizado,

no lo hace desde el odio.

Lo hace desde la eficiencia adquirida.


Es un producto de dos sistemas que fallaron:

el familiar… y el estatal.




3. Neurocriminología del control homicida



Desde la neurociencia, los individuos que operan como sicarios tácticos muestran patrones en común:


  1. Disminución de la actividad en la amígdala, lo que reduce la respuesta emocional al dolor ajeno.
  2. Elevada conectividad en regiones del control ejecutivo prefrontal, lo que permite planear con frialdad y ejecutividad lógica.
  3. Déficit en áreas empáticas y vinculares, muchas veces como resultado de trauma temprano.



Esto no significa que nacieron así.

Significa que el entorno neuropsicológico los formó para funcionar sin sentir.




4. ¿Quién entrena al monstruo?



Este tipo de ejecutor es fabricado.

No improvisa.

No grita.

No escapa.


Porque aprendió a borrar emociones

mucho antes de aprender a borrar huellas.


Y cuando el Estado permite que niños crezcan en entornos donde matar es una forma de comunicarse…

eventualmente,

ese mismo Estado será la víctima silenciosa de su propia criatura.



Conclusión y preguntas abiertas



El asesinato de Ximena Guzmán y José Muñoz no es un hecho aislado.

Es un espejo roto que refleja una verdad incómoda:

la violencia ya no proviene solo de la periferia del crimen…

sino de los bordes deshilachados del propio Estado.


Este crimen fue:


  1. Planeado con inteligencia militar.
  2. Ejecutado con precisión táctica.
  3. Facilitado por omisiones institucionales.
  4. Silenciado por un sistema que elige cuándo ver y cuándo no.



Cámaras que no ven, balas que sí matan.

Un título que no es metáfora,

sino diagnóstico.


El sicario fue solo el disparo.

El arma real…

fue la estructura que lo permitió.




Preguntas abiertas para la criminología crítica



  1. ¿Cuántos operadores como “Sombra Negra” están activos hoy, sin ser perseguidos?
  2. ¿Cuáles son los límites entre crimen organizado y estructuras del Estado en contextos de violencia política?
  3. ¿Se puede hablar aún de fallas… cuando el patrón ya es sistémico?
  4. ¿Hasta qué punto los sistemas de vigilancia sirven al ciudadano… y hasta qué punto lo traicionan?
  5. ¿Cuánto más puede soportar una sociedad que sabe que los asesinos caminan por rutas vigiladas… sin ser detenidos?






Firma del autor



Francisco Javier Rivero Sánchez

Criminólogo | Abogado | Experto en Investigación Criminal

Creador de Un Asesino Entre Nosotros




Este documento es un archivo criminal narrado en tiempo real.





Bibliografía



  1. Centro de Comando, Control, Cómputo, Comunicaciones y Contacto Ciudadano de la CDMX (C5). (2023). Informe de funcionamiento de cámaras de vigilancia urbana. Gobierno de la Ciudad de México.
  2. Diario El Universal. (2025, mayo 21). Asesinato de Ximena y José en Tlalpan: ¿crimen político o ajuste del narco?
  3. González, R., & Torres, L. (2022). El sicariato táctico en México: perfiles, entrenamiento y vínculos con fuerzas especiales. Revista Mexicana de Criminología, 17(2), 143–168.
  4. Moreno, J. (2021). Neurocriminología aplicada al análisis del ejecutor silencioso. Universidad Nacional Autónoma de México.
  5. Secretaría de Seguridad Ciudadana de la CDMX. (2024). Reporte anual de vigilancia y cobertura urbana.
  6. Torres, P. (2023). Crimen organizado como aparato de comunicación simbólica. Instituto de Estudios Criminológicos.
  7. Velázquez, A. (2020). Trauma infantil, desensibilización emocional y perfil homicida. Fondo de Cultura Criminológica.




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